En la oportunidad, se invitó a los presentes a ponerse en una actitud de arrepentimiento y conversión, lo que fue reforzado con lecturas que invitaban a la reflexión sobre nuestra debilidad respondiendo a lo que nos pide nuestro Señor Jesucristo.
En ese marco, y como es tradición, cada uno de los presentes recibió las cenizas sobre su cabeza, como humilde reconocimiento de nuestra condición pecadora. La ceniza recibida es signo de conversión; petición de perdón y confianza en la misericordia de Dios.
Además, se presentaron los dones del pan y el vino sobre el altar, y se conminó a todos también a poner a disposición del Señor el corazón deseoso de conversión y de mayor fidelidad al Señor.