Bernardita Hernández Moreno
Ex profesora del Colegio San Vicente de Paúl, toda una comunidad se sintió conmovida por su partida. Una profesora que inundaba de amor a todo aquel que estuviera cerca de ella, su huella quedó marcada en todos aquellos que tuvieron el orgullo de compartir este caminar de vida, especialmente su familia, sus ex alumnos, sus colegas del colegio, sus amigos de cursillo, entre quienes entregó con generosidad alegría, sabiduría y amor por los demás y un amor por Dios.
Su vocación se expresó en una entrega y compromiso sin condiciones con amor y humildad infinitos hacia su colegio y su patrono San Vicente de Paul. Una maestra, que con su suave voz y perseverancia, lograba transmitir el mensaje de Dios y transformarlo en acción, en estilo de vida, en compromiso, en participación con alegría, en evangelización. Como coordinadora de Pastoral, transformó corazones y develó lo que Dios espera de cada uno de nosotros, le daba sentido a la misión que como profesores, teníamos que adherir. Con humildad y fuertes convicciones, compartió con numerosas generaciones su espiritualidad y alegría de servir. Su sello lo llevaremos todos quienes recibimos el honor de haber recibido su cariño su preocupación y sus enseñanzas. La profesora Patricia Subiabre le dedicó las siguientes palabras que hoy están en nuestra sala de profesores: “Suave como la brisa, sin aspavientos, sin ruidos, en la sencillez y en el silencio de Dios, te has ido, dejando tras tuyo una estela de espiritualidad, amistad, cariño y generosidad”.
Lloramos tu partida y a la vez nos gozamos de haber compartido contigo la labor de educar a diario, los incontables recreos con el cafecito, tus risas, tus aventuras por el sur, tus sabrosos mates con sopaipillas, esos licores hechos con tus manos donde no se escapaba fruta alguna porque todas iban a la vasija a añejarse hasta lograr su punto de ebullición. El recogimiento de tantas vigilias de Pentecostés en el patio de nuestro colegio a la luz de las llamas de la hoguera, los innumerables Cursillos de Cristiandad cantados y reflexionados hasta casi tocar a Dios Nuestro Padre. Y claro…, también, los instantes donde la pena arrasó.
La vida…Bernardita… día a día, aquí en este Colegio, fuiste construyendo amistades que vieron en ti a una mujer que dejaba la puerta entreabierta para que pudiésemos encontrarnos con Dios y seguirle, anunciarle y poner esperanza donde se necesitara, donde sin miedo nos jugáramos por los hermanos, donde anunciáramos y también denunciáramos. Esos, son lazos que ni el tiempo puede borrar.
¡No! No te has ido realmente, la huella de tu paso por nuestro Colegio dirigiendo una Pastoral que iluminó hasta los rincones más oscuros, donde ni el frio ni la oscuridad en medio de la noche fueron obstáculos para ir con nuestros alumnos repartiendo pan y café a los olvidados de Chillán, cuando sentíamos que Dios y San Vicente caminaban delante de nosotros.
Quienes fuimos tus compañeros de ruta, damos fe de la profesora ejemplar, de la compañera solidaria, socia desde su fundación del Sindicato de Trabajadores del Colegio y de la mujer agradecida de la vida y propagadora de la Palabra de Dios.
Hoy ninguna duda nos asiste, sabemos dónde estás… por eso, estas palabras no son un adiós sino, un “hasta más ratito…que luego vamos nosotros”.
Su vocación se expresó en una entrega y compromiso sin condiciones con amor y humildad infinitos hacia su colegio y su patrono San Vicente de Paul. Una maestra, que con su suave voz y perseverancia, lograba transmitir el mensaje de Dios y transformarlo en acción, en estilo de vida, en compromiso, en participación con alegría, en evangelización. Como coordinadora de Pastoral, transformó corazones y develó lo que Dios espera de cada uno de nosotros, le daba sentido a la misión que como profesores, teníamos que adherir. Con humildad y fuertes convicciones, compartió con numerosas generaciones su espiritualidad y alegría de servir. Su sello lo llevaremos todos quienes recibimos el honor de haber recibido su cariño su preocupación y sus enseñanzas. La profesora Patricia Subiabre le dedicó las siguientes palabras que hoy están en nuestra sala de profesores: “Suave como la brisa, sin aspavientos, sin ruidos, en la sencillez y en el silencio de Dios, te has ido, dejando tras tuyo una estela de espiritualidad, amistad, cariño y generosidad”.
Lloramos tu partida y a la vez nos gozamos de haber compartido contigo la labor de educar a diario, los incontables recreos con el cafecito, tus risas, tus aventuras por el sur, tus sabrosos mates con sopaipillas, esos licores hechos con tus manos donde no se escapaba fruta alguna porque todas iban a la vasija a añejarse hasta lograr su punto de ebullición. El recogimiento de tantas vigilias de Pentecostés en el patio de nuestro colegio a la luz de las llamas de la hoguera, los innumerables Cursillos de Cristiandad cantados y reflexionados hasta casi tocar a Dios Nuestro Padre. Y claro…, también, los instantes donde la pena arrasó.
La vida…Bernardita… día a día, aquí en este Colegio, fuiste construyendo amistades que vieron en ti a una mujer que dejaba la puerta entreabierta para que pudiésemos encontrarnos con Dios y seguirle, anunciarle y poner esperanza donde se necesitara, donde sin miedo nos jugáramos por los hermanos, donde anunciáramos y también denunciáramos. Esos, son lazos que ni el tiempo puede borrar.
¡No! No te has ido realmente, la huella de tu paso por nuestro Colegio dirigiendo una Pastoral que iluminó hasta los rincones más oscuros, donde ni el frio ni la oscuridad en medio de la noche fueron obstáculos para ir con nuestros alumnos repartiendo pan y café a los olvidados de Chillán, cuando sentíamos que Dios y San Vicente caminaban delante de nosotros.
Quienes fuimos tus compañeros de ruta, damos fe de la profesora ejemplar, de la compañera solidaria, socia desde su fundación del Sindicato de Trabajadores del Colegio y de la mujer agradecida de la vida y propagadora de la Palabra de Dios.
Hoy ninguna duda nos asiste, sabemos dónde estás… por eso, estas palabras no son un adiós sino, un “hasta más ratito…que luego vamos nosotros”.
Un sincero homenaje a nuestra gran maestra y amiga.
Patricia Subiabre Bahamondes y Daniel Almonte Puentes